La última despedida del mediático Ricardo Fort

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Buenos Aires, Argentina – (1968-2013) Ricardo Fort: un hombre excéntrico y mediático que murió como vivió. Quería un gran despliegue de flores, llantos y elogios alrededor de su féretro. Que cremaran su cuerpo y arrojaran sus cenizas en distintos puntos emblemáticos de su historia . Quería pompa, lujo y excesos, incluso en su muerte.

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Pero no se puede controlar todo. Ni siquiera él, el millonario más excéntrico del país, que hizo lo que quiso en busca de la fama , que se sometió a 27 cirugías estéticas para lograr la imagen que anhelaba, que alquiló un vientre para convertirse en padre de mellizos, que pagó de su bolsillo lo que hacía falta para encabezar una compañía teatral.

A los 45 años, Ricardo Fort murió inesperadamente ayer a la madrugada como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio provocado por una hemorragia masiva. Estaba internado desde el jueves pasado en el Sanatorio de la Trinidad, de Palermo.

La noticia circuló rápidamente y, desde muy temprano, se agolparon frente al sanatorio fotógrafos, camarógrafos y movileros. Esperaron estoicamente bajo la lluvia a que alguien explicara qué había pasado con el excéntrico actor y empresario.

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Llegó al gran público de la mano de Tinelli.

Se sabía que su salud estaba delicada. Tenía una infección en la rodilla y se había fracturado el fémur, pero el derrotero de internaciones había empezado mucho tiempo antes. En febrero de este año, mientras realizaba su última obra teatral, Fort con caviar , fue operado de urgencia en Mar del Plata por una úlcera duodenal con una perforación que le generó una peritonitis severa.

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Le extrajeron cuatro litros de pus de la cavidad abdominal. Dos semanas después, encontraron un foco infeccioso y volvieron a internarlo para aplicarle antibióticos. En abril, fue operado nuevamente por una obstrucción intestinal.

En septiembre, se sometió a una riesgosa cirugía de columna, en la que le implantaron 16 tornillos de titanio, dos varillas para apuntalar su columna y sostener su masa muscular y anillos de metal para separar las vértebras. Se recuperaba en Miami, y ya había planeado su regreso a la Argentina, pero sufrió una descompensación, se cayó en el baño y se quebró el fémur. Cuando por fin pudo viajar a Buenos Aires, decidió ir directamente a tratarse en la clínica Trinidad. Desde allí, recostado en su habitación, habló con los medios, indignado con los rumores de que le amputarían una pierna. El viernes fue su última aparición ante las cámaras y lucía sonriente, hiperverborrágico, como siempre.

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Hizo gala de una vida de lujo y excesos.

Su cuñada, Karina Antoñale, esposa de Eduardo Fort, el segundo de los tres hijos de Carlos y Marta, terminó con todas las especulaciones cuando leyó el comunicado en el que se aseguraba que el motivo era un “paro cardiorrespiratorio asociado a una hemorragia masiva en el estómago”. Fue sentenciosa para cortar con las especulaciones: “Acá no hubo nada ni turbio ni que él tomara otras pastillas. Se complicó y tuvo un infarto”. Por los terribles dolores que sufría y su propia confesión de que era adicto a la morfina, los rumores sobre el motivo de la muerte no tardaron en circular. “Yo lo vi tomar champagne con morfina”, recordó el chimentero Luis Ventura. Su colega Jorge Rial fue más suspicaz: “La fama tiene precio”.

Mientras se habla de su adicción a la morfina y el abuso de fármacos como una de las posibles razones de su final, según dijeron desde su entorno el grado de infección latente en su rodilla fue el principal desencadenante de su abrupto desmejoramiento. “Fue atendido por un equipo multidisciplinario integrado por traumatólogos, especialistas en tratamiento del dolor e infectólogos. Se mantuvo clínicamente estable y súbitamente presentó un paro cardiorrespiratorio”, afirma el parte médico. “No tenía morfina”, defendió enérgicamente la cuñada.

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Emulando a Susana en su programa Fort Night Show.

Si Fort pudiera ver lo que ocurrió tras su muerte, los rumores hubieran sido totalmente secundarios. “No habrá velatorio. Solo una misa para los íntimos.” Sin dudas, no era intimidad lo que hubiera esperado para su funeral un hombre que vivió de la ostentación. ¿Y la gran despedida? Los que se acercaron a la clínica se encontraron con la orden de que sólo podían ingresar los que acreditaran ser familiares. Por eso fueron rechazados Leonardo Fariña -que se acercó a Fort tras el escándalo del “Lázarogate”- y Johnatan González, íntimo amigo suyo que lloró ante las cámaras, entre muchos otros allegados y curiosos.

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Las rispideces entre su vida excéntrica y el perfil bajo de su familia siempre estuvieron latentes. Su hermano Eduardo llegó a tiempo para acompañarlo en sus últimos minutos de vida y lo vio morir. Su madre se enteró por los medios. Ambos tomaron la decisión de cerrar el círculo para una despedida puertas adentro. En el afán de evitar el desfile de personalidades mediáticas, optaron por no velarlo, aunque su cuerpo fue trasladado a una sala velatoria. Allí se abrirían las puertas a las 8 de hoy para que sólo los que figuren en una lista de invitados puedan darle el último adiós. Sus amigos ajenos a la familia y sobre todo sus muchos fans no daban crédito. “Él quería un gran funeral”, reclamaron.

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Su cuñada, ayer, al anunciar su muerte.

“No dejó nada escrito”, fue el último dato que ofreció la cuñada. Ni sus bienes ni la custodia de sus mellizos, Felipe y Marta, están definidos por ahora. Quizás en esto último sí se tenga en cuenta su voluntad. “Yo les dije a los chicos que él es papá Gustavo”, contó en una entrevista hace poco el propio Fort, señalando a Gustavo Martínez, ex pareja del empresario, compañero incondicional en la crianza de los niños, que ya cumplieron nueve años.

Fort dedicó todo este año a recuperar su salud y pocas definiciones había de su futuro laboral. Amante de la comedia musical, quería comprar los derechos de Sunset Boulevard . También se hablaba de proyectos con Carmen Barbieri y estaba a la espera de un nuevo llamado de Ideas del Sur. Soñaba a lo grande. Pero se había vaticinado para sí mismo un final prematuro: “Voy a morir joven, como Elvis”. (Por Silvina Ajmat | LA NACION)